lunes, 9 de junio de 2014

Reseña de Godzilla (2014)


 
Director: Gareth Edwards
Actores: Aaron Taylor-Johnson, Bryan Cranston, Ken Watanabe
Duración: 123 minutos
País: Estados Unidos
Año: 2014

“Este Godzilla se ve bien”, me atreví a pensar después de ver el muy buen avance cinematográfico para una nueva aventura del monstruo japonés más famoso del mundo. En poco más de dos minutos, “la lagartijota” luce realmente amenazante, capaz de inducir miedo, poderosa, seria e inclusive con un tono de suspenso interesante y refrescante para la franquicia. Hasta varios de los afiches publicitarios lucían bien (a mi gusto, de los mejores recientemente), ¡pero!, qué menudo chasco tíos, es una monstruosidad malograda.

La historia comienza dando esperanzas. Unos científicos descubren en una mina colapsada en Filipinas un esqueleto de un animal que deja luciendo como una miniatura a cualquier dinosaurio conocido y poco después, en una planta atómica de Japón donde trabaja Joe Brody (Bryan Cranston) junto a su esposa e hijo ocurre un trágico desastre. Y parece que todo va bien.

De ahí, nos transportan a este 2014. El hijo de Joe, Ford Brody (Aaron Taylor-Johnson), trabaja en el ejército como un experto en bombas cuando de pronto tiene que regresar a Japan para ayudar a su padre, que sigue investigando lo que realmente pasó metiéndose en problemas con las autoridades locales. Y las cosas siguen su curso.

Hasta que nos enteramos que fue lo que pasó, nos llenan de explicaciones, vemos una que otra muerte innecesaria y los personajes con los que hemos pasado gran parte del tiempo pierden importancia y el invitado al que esperamos no termina por llegar. Algo anda mal.

Y es sobre todo con los humanos. Débiles y arrogantes criaturas que creen haber domado a la naturaleza. Demasíado débiles. Demasiado… No importaría si no fuera porque la película pasa la mayor parte del tiempo contándonos acciones militares para salvar al mundo que no llevan a ningún lado (algunas muy estúpidas) e incidentes de protagonistas indefensos con los que no puedo sentir empatía. Es prodigiosa la forma en que mal gastan a los actores. Nuestro amigo protagonista del principio, Joe, y el científico japonés interpretado por Ken Watanabe, son los mejores ejemplos. Si con esos homo sapiens no puede pasar nada: ¿Por qué gastar tiempo con ellos? ¡Dame a “la lagartijota”!, entonces. Nop. No liberan al monstruo, amigos. Cuando parece que por fin va a llegar su momento de brillar, le cortan el acto prematuramente. Y a mí me hacen enojar.

Metido entre eso, hay dos grandes secretos guardados que le quitan aún más presencia a nuestro monstruo, que hacen todavía más desechables a las personas y que deberían quitar seriedad (ahora risible) y traer diversión palomera simple, pero no lo hacen.

Cuando Godzilla por fin es libre, el enorme chico malo es bastante bueno, en realidad. Es imponente. Para esta ocasión, luce más masivo, poderoso e incontrolable que en cualquier otra. Sólo escúchenlo rugir… Y véanlo destruir. Los ejércitos caen, el pánico se extiende, las ciudades se hacen añicos (bellamente). Sobre todo San Francisco, en donde es la batalla final. Un velo de polvo la cubre mientras los soldados dan destellos rojos con sus armas en un excelente cuadro apocalíptico. Pero ya todo está perdido. Al final, el problema se resuelve por obra de la providencia venida de los abismos sin que ninguna de las tribulaciones o acciones de esos tontos humanos hiciera diferencia (o me importara). 

3.0/10


Antes de acabar: realmente les recomiendo que busquen más pósteres (sí, así se escribe) de la película en su buscador predilecto, son muy buenos.

 

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