Actores: Tenoch Huerta, Sebastián Aguirre, Ilse Salas
Duración: 106 minutos
País: México
Año: 2014
Hay algo que esta película nos
puede enseñar de una forma dolorosa (porque hay que aguantar unos muy feos 106
minutos para aprenderlo): los premios de festivales cinematográficos pueden ser
engañosos. Revestida con el galardón a Mejor Ópera prima del Festival de Cine
de Berlín de 2014, tenía confianza en que vería algo no tan malo. Me equivoqué.
En el estado de Veracruz, un
adolescente mal portado de tez clara llamado Tomás (Sebastián Aguirre) hace la última
de sus maldades y la mamá de este decide enviarlo a la Ciudad de México a vivir
con su hermano de tez morena al que apodan “Sombras” (Tenoch Huerta); quien
parece vivir al lado de un amigo llamado Santos (Leonardo Ortizgris). Los tres
después se embarcarán en la búsqueda de una leyenda desconocida del rock
mexicano que “hizo llorar a Bob Dylan” y a ellos se les unirá una mujer en el
camino (Ilse Salas).
A los pocos minutos ya pone a prueba mi paciencia. El hermano menor llega con unos personajes sumamente
difíciles de defender o apreciar en unos minutos iniciales, por decir lo menos:
lentos. “Sombras” y Santos son estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma
de México, pero dicha casa de estudios pasa por una huelga y ellos no hacen
nada más que jugar cartas todo el día y no salen de su apartamento. Repito: No,
hacen, nada. El director dice que: “Lo que quería mostrar es este mundo de la
juventud, una juventud mexicana que está paralizada en la indecisión”. Bueno
pues estos tipos no trabajan, no estudian, no van a las movilizaciones para apoyar
la huelga, no se ocupan de ordenar su departamento, no se preocupan por darle
algo que desayunar a un menor de edad o de ir por él a la estación de autobuses
y se roban la luz de otro departamento ayudándose de una niña con Síndrome de
Down. ¡Forrest Gump no podría causar tanta empatía como ellos!
¿Quién se salva? El carnalito
güero. ¿Por qué? Porque manda a la chingada a su hermano mayor (literal) y
decide ir a buscar él solo a su héroe de rock que escucha
constantemente en un viejo cassette que heredó de su padre. Claro que los
estudiantes universitarios lo acaban ayudando y lo suben al coche que tienen
(¿cómo lo consiguieron si se ve que no hacen nada?) pero sólo después de que
corren peligro de ser golpeados por el padre de la niña que les pasa la luz. La
obra entonces se convierte en una road movie y por fin tenemos algo que hacer. Aunque ese algo se diluye y parece
pretexto para otra cosa: mostrar la Ciudad de México.
Por diversos motivos, varias
veces fortuitos y sacados de la manga y la conveniente casualidad, acabamos con
un ratero invitándole una cerveza, con un campesino que cosecha bajo un cerro
en las afueras da la urbe (a quien le roban), en una fiesta en el Centro
Histórico, en el zoológico y en Ciudad Universitaria (no en esa secuencia). En
este último lugar es donde se une Ana (Ilse Salas), quien es parte activa de
los huelguistas y de quien está enamorado “Sombras”. También, es ahí donde un
personaje me ayuda en mi opinión.
Cuando se dirigen a una
asamblea, suben al coche a un amigo y este pregunta: “¿Qué les parece el guión
de esta película”. Él mismo responde: “yo creo que es muy malo”. ¡Así es amigo,
totalmente de acuerdo contigo! Ya abordé lo nada empáticos que son algunos
personajes y la casualidad, pero hay que agregar un ritmo lento y tedioso;
escenas irrelevantes que no mueven al objetivo principal y se extienden sin
necesidad; divagaciones (gran parte de la secuencia en la universidad, entre
otras); la figura interesante que sí tiene ímpetu y algo que hacer (el güerito)
pierde protagonismo; hay momentos intelectualoides de cine de arte que no
cuajan (close-ups orgásmicos, un
tigre que provoca ansiedad, rompimiento de la cuarta pared, esos pobres jóvenes
que no saben que hacer con su vida); duración demasiado larga y… ¿y el otro
amigo? ¿Cómo se llama? Ah, sí: Santos. No me acordaba porque ese está más bien
de relleno, lo más que hace es ayudar a
los demás a tener a alguien con quien platicar. También, parece que se cree una
comedia divertida… Tal vez, esporádicamente, uno que otro diálogo, no las
situaciones o los personajes.
¿Qué explica entonces los
premios o los buenos comentarios? Yo diría que algunos toques del director.
Podría argumentarse que la ciudad es la verdadera protagonista y que en el
recorrido por ésta, se vislumbran las diferencias sociales y arquitectónicas
(aunque no dejo de pensar que es un recorrido forzado); además, decide grabar
el largometraje en blanco y negro. Creo que eso ayuda a eliminar la fealdad de
varios lugares y a concentrarnos en los personajes, y, mediante un muy buen ojo
del realizador, eso logra excelentes encuadres que contrastan luces y sombras.
Lamentablemente, un buen estilo sin historia no es nada. Como película, esta es
mejor una exposición fotográfica. ¡¿Pero qué sé yo?! Un muchacho en la sala de
cine donde la vi resume mejor lo decepcionante que es. Sus palabras: “Quiero
que me regresen mi dinero. Es un robo”.
1.5/10
Un aspecto que se me hizo extraño pero que dejo fuera de mi calificación y que el director explica como “atemporal” es el uso de la tecnología. El chico güero usa una cámara fotográfica que no es digital, un cassette para oír la música que le gusta y audífonos viejos (detalle del que un sagaz espectador en la sala comentó: “mira, usa unos Bose”), en el automóvil que usan el estéreo tiene casetera y los monitores de las computadoras son CRT al igual que las televisiones... pero después aparecen smartphones de pantalla táctil. Mmm, no me convence eso de "atemporal".
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