Director: Gareth Edwards
Actores: Aaron Taylor-Johnson,
Bryan Cranston, Ken Watanabe
Duración: 123 minutos
País: Estados Unidos
Año: 2014
“Este Godzilla se ve bien”,
me atreví a pensar después de ver el muy buen avance cinematográfico para una
nueva aventura del monstruo japonés más famoso del mundo. En poco más de dos
minutos, “la lagartijota” luce realmente amenazante, capaz de inducir miedo,
poderosa, seria e inclusive con un tono de suspenso interesante y refrescante
para la franquicia. Hasta varios de los afiches publicitarios lucían bien (a mi
gusto, de los mejores recientemente), ¡pero!, qué menudo chasco tíos, es una
monstruosidad malograda.
La historia comienza dando
esperanzas. Unos científicos descubren en una mina colapsada en Filipinas un
esqueleto de un animal que deja luciendo como una miniatura a cualquier
dinosaurio conocido y poco después, en una planta atómica de Japón donde
trabaja Joe Brody (Bryan Cranston) junto a su esposa e hijo ocurre un trágico
desastre. Y parece que todo va bien.
De ahí, nos transportan a
este 2014. El hijo de Joe, Ford Brody (Aaron Taylor-Johnson), trabaja en el
ejército como un experto en bombas cuando de pronto tiene que regresar a Japan para ayudar a su padre, que sigue
investigando lo que realmente pasó metiéndose en problemas con las autoridades
locales. Y las cosas siguen su curso.
Hasta que nos enteramos que
fue lo que pasó, nos llenan de explicaciones, vemos una que otra muerte
innecesaria y los personajes con los que hemos pasado gran parte del tiempo
pierden importancia y el invitado al que esperamos no termina por llegar. Algo
anda mal.
Y es sobre todo con los
humanos. Débiles y arrogantes criaturas que creen haber domado a la naturaleza.
Demasíado débiles. Demasiado… No importaría
si no fuera porque la película pasa la mayor parte del tiempo contándonos acciones
militares para salvar al mundo que no llevan a ningún lado (algunas muy estúpidas)
e incidentes de protagonistas indefensos con los que no puedo sentir empatía. Es
prodigiosa la forma en que mal gastan a los actores. Nuestro amigo protagonista
del principio, Joe, y el científico japonés interpretado por Ken Watanabe, son
los mejores ejemplos. Si con esos homo
sapiens no puede pasar nada: ¿Por qué gastar tiempo con ellos? ¡Dame a “la
lagartijota”!, entonces. Nop. No liberan al monstruo, amigos. Cuando parece que
por fin va a llegar su momento de brillar, le cortan el acto prematuramente. Y
a mí me hacen enojar.
Metido entre eso, hay dos
grandes secretos guardados que le quitan aún más presencia a nuestro monstruo,
que hacen todavía más desechables a las personas y que deberían quitar seriedad
(ahora risible) y traer diversión palomera simple, pero no lo hacen.
Cuando Godzilla por fin es
libre, el enorme chico malo es bastante bueno, en realidad. Es imponente. Para
esta ocasión, luce más masivo, poderoso e incontrolable que en cualquier otra. Sólo escúchenlo rugir… Y véanlo destruir. Los ejércitos caen, el
pánico se extiende, las ciudades se hacen añicos (bellamente). Sobre todo San
Francisco, en donde es la batalla final. Un velo de polvo la cubre mientras los
soldados dan destellos rojos con sus armas en un excelente cuadro apocalíptico. Pero ya todo está perdido. Al final, el problema se resuelve por obra de la providencia venida de los
abismos sin que ninguna de las tribulaciones o acciones de esos tontos humanos
hiciera diferencia (o me importara).
3.0/10
Antes de acabar: realmente les recomiendo que busquen más pósteres (sí, así se escribe) de la película en su buscador predilecto, son muy buenos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario