Director: Damien Chazelle
Actores: Miles Teller, J.K. Simmons
Duración: 106 minutos
País: Estados Unidos
Año: 2014
Esta es la historia de un
baterista de jazz y su maestro. ¿No se oye muy interesante? Pues lo es, y
mucho. Es la muestra del esfuerzo necesario para conseguir el arte de tu
oficio, la soledad que acompaña eso, un tipo de personalidad común a esos esfuerzos y los maestros que ayudan a la excelencia aunque usen métodos cuestionables;
todo, con un tempo vivace, unas muy
buenas actuaciones y una buena porción de buena música.
Andrew Neyman (Miles Teller)
es un joven baterista de 19 años que ha logrado ingresar en la mejor escuela de
jazz de Estados Unidos y aspira a ser una verdadera leyenda al estilo de Buddy Rich, pero es malo con las relaciones humanas y se la pasa más tiempo junto a
su batería que con alguien más (alguna linda chica, por ejemplo). Terence
Fletcher (J.K. Simmons) es el mejor maestro de la escuela, el director de
orquesta que hace que su banda siempre gane los concursos importantes, quien va
a empujar hasta al límite a Andrew llegando incluso a la crueldad o el abuso y
uno de los maestros más divertidos y amenazantes que he visto en el cine. El
tipo es igual de duro que un instructor militar y tiene un vocabulario lleno de
groserías y apodos que no duda en usar en sus zopencos alumnos a veces con
resultados muy graciosos. Simmons es excelente en el papel, excelente.
Algún tiempo, el baterista
rompe su aislamiento y consigue una novia, pero no dura mucho su relación porque
está seguro de que interferirá en su camino a la grandeza. ¿La búsqueda
implacable de la perfección debe llevar a la soledad? ¿Cuál hubiese sido la
mejor decisión? ¿Qué es el éxito? Esto lo plantea sutilmente un
director que también escribió la película y que además tiene menos de 30 años.
Dos secuencias que son muestras de su
talento sencillamente me encantaron. En una, Fletcher le da la oportunidad a
Andrew de tocar por primera vez en su banda después de que le asegura que la
clave es relajarse. Pero el chico no toca al tempo que el maestro quiere, el profe
da varias oportunidades, más su alumno no puede hacer lo que él quiere. El teacher se molesta, feo. Y el chico
simplemente no puede hacer lo que le piden. Los que hayan participado en una
banda saben lo trascendental que es ir a la velocidad establecida y junto a los demás
intérpretes pero cualquier persona (supongo) ha tenido un momento donde
simplemente no sabe qué esta mal ni como poder solucionarlo (y tal vez a un
superior abusivo que se lo recrimine).
En la otra, nuestro
protagonista se decide, de una vez por todas, a dominar el difícil ritmo double swing que tiene que tocar para
conseguir su lugar en el grupo. Eso requiere práctica, muuuucha práctica. Sus
manos duelen, sangran. No le sale. Acaba por romper uno de los tambores de su
batería… Hay veces que no salen las cosas por más que uno intenta. ¡Cómo hay veces
que no salen las cosas y uno termina deseando destruir cosas! ¡CÓMO ESA MALDITA
VEZ QUE ESTUVE PRACTICANDO ESA ESTÚPIDA CH#/*&%3R4 Y…!
El director también hace que
tocar la batería se vea muy bien. La cámara se acerca, se aleja y mueve cual
secuencia de acción mientras le da con todo a la bataca el que se sienta en el atril. Esas
secuencias son ayudadas por una muy buena edición que sube y baja el ritmo
armoniosamente y una fotografía que hace lucir a la escuela de música
como universidad medieval o a los llenos teatros con una luz de otra época.
Sólo es hacia el final que se
pierde algo de la fuerza de la muy divertida interacción maestro-alumno y los últimos minutos tal vez sean demasiado largos para quien no sabe
mucho del jazz o sea baterista profesional, además de que algunos hilos se
tensan demasiado y pueden llegar a ser inverosímiles. No obstante, el veredicto
es muy fácil: –redobles, por favor- Estos músicos dieron un gran recital.
9.0/10
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